
Me dirán que eso sucedió en el lejanísimo siglo quince y es verdad, pero desgraciadamente las cosas no han cambiado mucho desde entonces. En pleno siglo veintiuno el abuso, la discriminación, el acoso moral y sexual contra las mujeres se ha exacerbado con el consumo cada vez más temprano de alcohol y droga, la disfunción familiar y la naturalización de la violencia a través de la televisión, el cine, incluso las caricaturas que ven nuestros niños. Desde encerrarlas en esa cárcel que es una burka u obligarlas a cubrirse la cabeza con un chador como hacen los musulmanes; o con una peluca como los judíos ortodoxos. ¿De parte de quién se abrogan ese derecho? Nos mutilan, nos golpean, nos humillan, nos matan. Nos escamotean el dinero legítimamente ganado realizando el trabajo "doméstico"; eufemismo que maquilla la durísima realidad que consiste en cocinar, trasegar con chiquillos, atender a los enfermos, ser esposa y madre nutricia del hombre con quien compartimos la vida. Lavar ropa, platos, pisos... como quien dice limpiar la caca de toda la familia. ¡Uff! Mejor no sigo porque estoy acumulando coraje.
Si además de alimentar, ordenar y mantener limpio al mundo; lo embellecemos, ¿por qué entonces tanto odio? ¿Por qué los golpes? ¿Por qué tanta fuerza bruta contra las mujeres? Pues porque los machos son casi siempre animales físicamente más grandes y más fuertes que las hembras y toda violencia es síntoma de animalidad no trascendida. Incapaces de razonar, los golpeadores no han conseguido dar el paso definitivo que los convertirá en humanos. ¿Por qué nos acusan de brujas, de pervertidas, de seductoras y culpables de todos los males de la tierra?
Pues porque sabemos demasiado, tenemos un sexto sentido y contamos con una intuición de la que ellos carecen; y eso los atemoriza. Cómplices de sus miedos, se encubren y se apoyan los unos a los otros: hoy por ti, mañana por mí. Toda violencia es execrable porque sólo genera más violencia, destrucción del espíritu humano y regresión. Sin embargo, de toda violencia la más destructiva es la que los hombres infligen a las mujeres porque genera efecto en cascada: el hombre violenta a la mujer y la mujer impotente y frustrada puede violentar a los hijos y afecta a los hijos porque reproducen el ejemplo del padre.
Cuenta un viejo chiste que Dios sólo se sintió satisfecho cuando consiguió hacer a la mujer. Los hombres sólo fueron ensayos fallidos. Por mi personal experiencia, estoy convencida de que las mujeres somos seres mejor acabados. Ya, ya oigo el griterío, pero sinceramente lo creo así. Y no es que me desagraden los hombres, por el contrario me gustan muchísimo. También me gusta el vino aunque sé que es dañino.
"De mis amigos hombres no me atrevo a pedir más que sean limpios, tengan buenos modales y sean capaces de articular una oración con sujeto, verbo y predicado. Lo que espero de mis amigas es sensibilidad para percibir cuando estoy desconsolada y necesito su apoyo moral. Espero que tengan la total voluntad de acompañarme en cualquier batalla a cualquier hora, y la capacidad para recomendarme un buen peluquero", dice Denise Dresser.
Pido perdón a los hombres -que gracias a Dios cada día son más- que se permiten amarnos sin necesidad de someternos, sin temblar de miedo ni sentirse amenazados por nuestras capacidades. A todos aquellos que son capaces de apagar la televisión para mirarnos, para escucharnos. A los que meten el hombro en el trabajo doméstico sin sentir que se desdoran por ello. A quienes todavía no descubren que es voluntad de Dios que seamos hermosas, que amemos y seamos amadas y que tengamos éxito en todo lo bueno; a esos animales hay que encerrarlos en un zoológico hasta que consigan convertirse en humanos.
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