Historia de la mariguana
para entender la legalización
para entender la legalización
segunda parte
Por MARIANA NORANDI
Todo iba bien entre la humanidad y la mariguana hasta que
comienza el siglo XX. Es en ese siglo, cuando la mariguana se transforma
socialmente de planta medicinal e industrial a droga, y por consiguiente, a
nivel legislativo comienza su prohibición. Esta política prohibicionista es
iniciada en Estados Unidos, y secundada servilmente por el resto del mundo.
En 1910, al magnate de la prensa Randolph Hearst le son arrebatados por los hombres de Pancho Villa 800.000 acres de tierra que tenía México. Entonces, inicia a través de sus periódicos, una campaña que desarrolla la teoría de que los mexicanos y negros, cuando fuman mariguana se transforman en "bestias salvajes". Hearst utiliza la palabra "marijuana", (que empleaban los mexicanos para nombrar el cannabis o cáñamo), para que la gente no se diera cuenta que lo que quería prohibir era una planta altamente productiva y útil como el cannabis. Sus campañas sensacionalistas tuvieron un peso decisivo en la prohibición de la mariguana. A este argumento racista, se le añade el que se originó en torno a los salones de Los Angeles o Nuevo Orleans donde, además de fumar hachís se escuchaba jazz. Las mentes puritanas de la época empezaron a decir que los negros de estos lugares, cuando fumaban mariguana se convertían en "insolentes", llegando a mirar dos veces a una mujer blanca o atreviéndose a pisar la sombra de un blanco. Motivos que, aunque increíbles, son ciertos y llegaron a costarle la libertad a más de un negro, uno de ellos fue Louis Armstrong, el cual, permaneció diez días en la cárcel por fumar mariguana.
Estos motivos raciales de la prohibición de la mariguana no buscaban otro objetivo que marginar y reprimir a las minorías negras y chicanas, acusadas, en diversas ocasiones, de sacarle el trabajo a los blancos, sobre todo, a partir del crack del 29. Por otro lado, existe en torno a la ilegalidad de la mariguana un motivo económico. En 1917, George Schlichten inventó la máquina descorticadora, que iba a servir para recolectar de manera mucho más eficaz el cáñamo, evitando así los días en remojo y las molestias consiguientes. La invención de la descorticadora suponía una fuerte amenaza para la industria del algodón, que estaba íntimamente ligada con los sectores políticos más influyentes, éstos, junto con los medios de comunicación involucrados con la industria maderera del papel, potenciaron la satanización del cáñamo e impulsaron su prohibición. Asimismo, el naylon y el plástico irrumpen en el mercado, dando lugar a una auténtica invasión de los tejidos sintéticos ligados a los intereses económicos de las grandes multinacionales, como es el caso de la química DuPont. Finalmente, habiendo aterrorizado a la sociedad americana con los efectos violentos que tenía la mariguana, en diciembre de 1937 el Congreso de Estados Unidos aprobó la prohibición de la Mariguana. Desde entonces, gracias al seguimiento internacional respecto a la política estadounidense en materia de drogas, se ilegaliza en todo el mundo.
A lo largo de estas seis décadas de prohibición, la mariguana ha pasado por varias etapas. A nivel industrial son pocos los países que siguen fabricando productos con cáñamo, a pesar de que con su desuso se talen miles de bosques. A nivel médico, se han abierto en los últimos años varios debates científicos y jurídicos en torno a su legalización. Existen países como Inglaterra o Canadá, donde hay una tolerancia gubernamental para su uso médico, especialmente en pacientes con cáncer o sida. Porque si es cierto que el cannibis no cura estas enfermedades, sí aminora los dolores, y evita náuseas y vómitos en el caso de pacientes que requieren quimioterapia. El caso más famoso de uso médico legal es el de Robert Randall. Randall padece glaucoma desde 1976, y si no fumara los diez cigarrillos de mariguana que consume diario, tal vez ya hubiera perdido la vista. Motivo por lo que Randall representa el primer estadounidense que recibe mariguana por parte del gobierno.
En casi todos los países de Europa, la mariguana está tolerada en su consumo, más no legalizada, y existe un mínimo de tolerancia en cuanto a la tenencia. En cambio, la comercialización sigue siendo castigada en toda Europa. La gran excepción es Holanda, país que desde 1976 aplica una política de tolerancia hacia los consumidores de cannabis, y legaliza, bajo ciertas condiciones, su consumo, cultivo y venta. Esta política holandesa está basada en una eficaz estrategia de información sobre drogas, la cual ha sido diseñada en coordinación con escuelas y medios de comunicación. El resultado ha colocado a Holanda en el país europeo que menos adictos tiene: (13 de cada 1000 habitantes son adictos, frente a un promedio europeo de 26), y menos muertos por sobredosis (en 1991, cuando la política holandesa de drogas llevaba 15 años de aplicación, en Holanda se registraron 42 casos de muerte por sobredosis, en España, en ese mismo año, 900).
La visión social respecto a la mariguana también ha cambiado a lo largo de estas seis décadas. Si de los años 30 a los 50 la mariguana estaba relacionada con las minorías sociales y la violencia, en los años 60 se relaciona con la contracultura hippy y con el "antipatriota" pacifismo de este movimiento que se rebela contra la guerra de Vietnam.
En los setenta, fumar mariguana se relaciona con las ideologías de izquierda, los ambientes universitarios y con las posturas contestatarias.
Los ochenta y la explosión punk, vincula a la mariguana con un uso lúdico y con la penetración masiva de otras drogas, como la heroína y la cocaína, lo cual, favoreció un alarmismo social y político que argumenta que la mariguana es la antesala de las drogas duras y así, se justifica su prohibición. Recientes estudios del NIAD (Instituto Holandés para alcohol y drogas) invalida totalmente este argumento, demostrando estabilidad de consumo en el caso de la mariguana.
Los noventa traen consigo un consumo mayor y socilamente más diversificado. Se abren los debates parlamentarios en torno a la legalización, especialmente en Europa, Canadá y Estados Unidos, y aparece lo que ya se llama el "consumo militante". Este consumo es el que defiende la legalización de la mariguana desde distintas tribunas: a través de revistas (Cáñamo/Cogollo), organizaciones sociales abolicionistas, fumadas colectivas y, especialmente a partir de la entrada de este nuevo milenio, portales de internet.
Ante este nuevo panorama mundial, ¿qué podemos hacer en México? Creo que la batalla por la legalización, de momento, no hay que enfocarla hacia los políticos, ni hacia las leyes. Creo que lo primero es empezar esa batalla en la sociedad. En México, socialmente, como en la mayoría de países latinoamericanos, estamos muy rezagados en el tema. Por lo que es necesario primero empezar a cambiar la mentalidad social, en la que el "mariguano" está relacionado con violencia y criminalidad. Y eso no sólo es mentira carece de base científica, sino que es altamente estigmatizador Es inconcebible una sociedad que no señale a un hombre por pegar a una mujer y señale a una persona por fumar mariguana. Por lo tanto la batalla comienza por ese cambio social, al cual se llega por la vía de la información. Entonces pués, ¿por qué pedir la legalización de la mariguana?
Primero: legalizar la mariguana significaría acabar con los intereses políticos y económicos que representa el narcotráfico y sus mafias organizadas.
Segundo: legalizarla representaría la recuperación de una planta con un potencial industrial inacabable y que respeta el equilibrio ambiental.
Tercero: legalizarla es recuperar una medicina milenaria que posee cientos de propiedades curativas.
Cuarto: Mantener la ilegalidad es proteger los intereses de las multinacionales farmacéuticas y de las grandes empresas textiles de productos sintéticos.
Quinto: Mantener la legalización es secundar las políticas estadounidenses en materia de drogas y comulgar con las conciencias más puritanas y conservadoras de la sociedad.
Y Sexto: Legalizar la mariguana significaría un paso adelante en la lucha por las libertades individuales, por defender nuestro derecho fundamental de poder decidir por nosotros mismos, y si es necesario, de poder equivocarnos.
MARIANA NORANDI es periodista y escritora. Colabora en el diario La Jornada.
En 1910, al magnate de la prensa Randolph Hearst le son arrebatados por los hombres de Pancho Villa 800.000 acres de tierra que tenía México. Entonces, inicia a través de sus periódicos, una campaña que desarrolla la teoría de que los mexicanos y negros, cuando fuman mariguana se transforman en "bestias salvajes". Hearst utiliza la palabra "marijuana", (que empleaban los mexicanos para nombrar el cannabis o cáñamo), para que la gente no se diera cuenta que lo que quería prohibir era una planta altamente productiva y útil como el cannabis. Sus campañas sensacionalistas tuvieron un peso decisivo en la prohibición de la mariguana. A este argumento racista, se le añade el que se originó en torno a los salones de Los Angeles o Nuevo Orleans donde, además de fumar hachís se escuchaba jazz. Las mentes puritanas de la época empezaron a decir que los negros de estos lugares, cuando fumaban mariguana se convertían en "insolentes", llegando a mirar dos veces a una mujer blanca o atreviéndose a pisar la sombra de un blanco. Motivos que, aunque increíbles, son ciertos y llegaron a costarle la libertad a más de un negro, uno de ellos fue Louis Armstrong, el cual, permaneció diez días en la cárcel por fumar mariguana.
Estos motivos raciales de la prohibición de la mariguana no buscaban otro objetivo que marginar y reprimir a las minorías negras y chicanas, acusadas, en diversas ocasiones, de sacarle el trabajo a los blancos, sobre todo, a partir del crack del 29. Por otro lado, existe en torno a la ilegalidad de la mariguana un motivo económico. En 1917, George Schlichten inventó la máquina descorticadora, que iba a servir para recolectar de manera mucho más eficaz el cáñamo, evitando así los días en remojo y las molestias consiguientes. La invención de la descorticadora suponía una fuerte amenaza para la industria del algodón, que estaba íntimamente ligada con los sectores políticos más influyentes, éstos, junto con los medios de comunicación involucrados con la industria maderera del papel, potenciaron la satanización del cáñamo e impulsaron su prohibición. Asimismo, el naylon y el plástico irrumpen en el mercado, dando lugar a una auténtica invasión de los tejidos sintéticos ligados a los intereses económicos de las grandes multinacionales, como es el caso de la química DuPont. Finalmente, habiendo aterrorizado a la sociedad americana con los efectos violentos que tenía la mariguana, en diciembre de 1937 el Congreso de Estados Unidos aprobó la prohibición de la Mariguana. Desde entonces, gracias al seguimiento internacional respecto a la política estadounidense en materia de drogas, se ilegaliza en todo el mundo.
A lo largo de estas seis décadas de prohibición, la mariguana ha pasado por varias etapas. A nivel industrial son pocos los países que siguen fabricando productos con cáñamo, a pesar de que con su desuso se talen miles de bosques. A nivel médico, se han abierto en los últimos años varios debates científicos y jurídicos en torno a su legalización. Existen países como Inglaterra o Canadá, donde hay una tolerancia gubernamental para su uso médico, especialmente en pacientes con cáncer o sida. Porque si es cierto que el cannibis no cura estas enfermedades, sí aminora los dolores, y evita náuseas y vómitos en el caso de pacientes que requieren quimioterapia. El caso más famoso de uso médico legal es el de Robert Randall. Randall padece glaucoma desde 1976, y si no fumara los diez cigarrillos de mariguana que consume diario, tal vez ya hubiera perdido la vista. Motivo por lo que Randall representa el primer estadounidense que recibe mariguana por parte del gobierno.
En casi todos los países de Europa, la mariguana está tolerada en su consumo, más no legalizada, y existe un mínimo de tolerancia en cuanto a la tenencia. En cambio, la comercialización sigue siendo castigada en toda Europa. La gran excepción es Holanda, país que desde 1976 aplica una política de tolerancia hacia los consumidores de cannabis, y legaliza, bajo ciertas condiciones, su consumo, cultivo y venta. Esta política holandesa está basada en una eficaz estrategia de información sobre drogas, la cual ha sido diseñada en coordinación con escuelas y medios de comunicación. El resultado ha colocado a Holanda en el país europeo que menos adictos tiene: (13 de cada 1000 habitantes son adictos, frente a un promedio europeo de 26), y menos muertos por sobredosis (en 1991, cuando la política holandesa de drogas llevaba 15 años de aplicación, en Holanda se registraron 42 casos de muerte por sobredosis, en España, en ese mismo año, 900).
La visión social respecto a la mariguana también ha cambiado a lo largo de estas seis décadas. Si de los años 30 a los 50 la mariguana estaba relacionada con las minorías sociales y la violencia, en los años 60 se relaciona con la contracultura hippy y con el "antipatriota" pacifismo de este movimiento que se rebela contra la guerra de Vietnam.
En los setenta, fumar mariguana se relaciona con las ideologías de izquierda, los ambientes universitarios y con las posturas contestatarias.
Los ochenta y la explosión punk, vincula a la mariguana con un uso lúdico y con la penetración masiva de otras drogas, como la heroína y la cocaína, lo cual, favoreció un alarmismo social y político que argumenta que la mariguana es la antesala de las drogas duras y así, se justifica su prohibición. Recientes estudios del NIAD (Instituto Holandés para alcohol y drogas) invalida totalmente este argumento, demostrando estabilidad de consumo en el caso de la mariguana.
Los noventa traen consigo un consumo mayor y socilamente más diversificado. Se abren los debates parlamentarios en torno a la legalización, especialmente en Europa, Canadá y Estados Unidos, y aparece lo que ya se llama el "consumo militante". Este consumo es el que defiende la legalización de la mariguana desde distintas tribunas: a través de revistas (Cáñamo/Cogollo), organizaciones sociales abolicionistas, fumadas colectivas y, especialmente a partir de la entrada de este nuevo milenio, portales de internet.
Ante este nuevo panorama mundial, ¿qué podemos hacer en México? Creo que la batalla por la legalización, de momento, no hay que enfocarla hacia los políticos, ni hacia las leyes. Creo que lo primero es empezar esa batalla en la sociedad. En México, socialmente, como en la mayoría de países latinoamericanos, estamos muy rezagados en el tema. Por lo que es necesario primero empezar a cambiar la mentalidad social, en la que el "mariguano" está relacionado con violencia y criminalidad. Y eso no sólo es mentira carece de base científica, sino que es altamente estigmatizador Es inconcebible una sociedad que no señale a un hombre por pegar a una mujer y señale a una persona por fumar mariguana. Por lo tanto la batalla comienza por ese cambio social, al cual se llega por la vía de la información. Entonces pués, ¿por qué pedir la legalización de la mariguana?
Primero: legalizar la mariguana significaría acabar con los intereses políticos y económicos que representa el narcotráfico y sus mafias organizadas.
Segundo: legalizarla representaría la recuperación de una planta con un potencial industrial inacabable y que respeta el equilibrio ambiental.
Tercero: legalizarla es recuperar una medicina milenaria que posee cientos de propiedades curativas.
Cuarto: Mantener la ilegalidad es proteger los intereses de las multinacionales farmacéuticas y de las grandes empresas textiles de productos sintéticos.
Quinto: Mantener la legalización es secundar las políticas estadounidenses en materia de drogas y comulgar con las conciencias más puritanas y conservadoras de la sociedad.
Y Sexto: Legalizar la mariguana significaría un paso adelante en la lucha por las libertades individuales, por defender nuestro derecho fundamental de poder decidir por nosotros mismos, y si es necesario, de poder equivocarnos.
MARIANA NORANDI es periodista y escritora. Colabora en el diario La Jornada.
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